sábado, 29 de noviembre de 2008

Cuba en Taiwán




Felipe Ciprián

Compartía una cena en el hotel Royal de la ciudad de Hsin chu con Manuel Quiroz, director de El Caribe, y José Wang, nuestro anfitrión durante una semana en Taiwán.
Los tres estábamos concentrados hablando sobre República Dominicana, pero nuestra atención se disparó como un resorte cuando escuchamos los acordes y la limpia entonación en español de “El Manisero”, de Moisés Simmons, ejecutada por una pareja de jóvenes artistas taiwaneses.
Al concluir la canción los tres aplaudimos el bello gesto de estos artistas que al escucharnos hablar en español nos brindaron música cubana. Para sorpresa nuestra, a “El Manisero” le siguió “Guantanamera” con versos de José Martí y otras canciones y ritmos antillanos, con gran despliegue de calidad.
Mis pensamientos se fueron a las calles de La Habana y me lamentaba de que Cuba y Taiwán no tengan relaciones diplomáticas y comerciales a pesar de que tienen tantas cosas en común: pasión por el béisbol, países pequeños, una población educada, escasísima delincuencia, cientos de miles de médicos y otros profesionales que honran su profesión y la ponen al servicio de sus pueblos y están listos para acudir en solidaridad de otras naciones.
Conozco cómo influye el peso de China continental para que los cubanos no se interesen por conocer la experiencia del desarrollo extraordinario de Taiwán, pero estoy seguro de que esta pequeña isla del océano Pacífico puede enseñar mucho, no sólo a Cuba, que es la que está mejor preparada en América para sacar provecho de la experiencia de los taiwaneses, sino a todos los países pequeños de América. Nicaragua sí tiene relaciones y sus dirigentes pueden hablar con más propiedad que yo.
Pensaba además que si bien Taiwán fue un desprendimiento de China al triunfo de la revolución encabezada por Mao Tse Tung, ellos forjaron su propia nación, hoy aportan el mayor volumen de inversión en la economía de China y reciben con gran cariño a los millones de chinos que los visitan cada año para beneficiarse de su gran adelanto tecnológico o sus muy avanzados programas de salud.
Un pueblo que tiene tantas proezas, que ha logrado tanto desarrollo sobre la base de la formación de miles de científicos y profesionales en todas las ramas, que tiene tanto que enseñar a otros pueblos, no se puede ignorar como país y menos aislar de los organismos internacionales. ¡Taiwán es un país!

lunes, 24 de noviembre de 2008

La impunidad: abeja reina del panal dominicano




Felipe Ciprian

Una reflexión honesta de la realidad dominicana debe llegar a la conclusión de que el verdadero problema nacional es la impunidad. Quienes en este país violan conscientemente la ley lo hacen convencidos de que existe un vericueto para no tener que sufrir “las últimas consecuencias” por provocar un daño a particulares, al Estado o a la sociedad.
Si el camionero que va por las autopistas a toda velocidad provocando muertes y destrucción supiera que su atrevimiento se paga con cárcel y altas multas, los accidentes bajaran considerablemente en el país. Pero no bajan porque el conductor sabe que aquí la vida de un motociclista o de un transeúnte no vale nada.
Lo mismo pasa con la corrupción. Cuando el candidato presidencial Leonel Fernández estaba en campaña en 1996 afirmó reiteradamente que la corrupción se apropiaba de 30,000 millones de pesos al año y que como el PLD era un partido de gente seria, con ese dinero entrando al fisco se podía solucionar parte de la deuda social pendiente en la sociedad dominicana. Sólo recordar el PEME refresca la memoria de esa seriedad.
De allá para acá no sólo la corrupción se acentuó, expresada en el otorgamiento de obras de grado a grado, sin presupuesto conocido tanto en su gobierno como en el de Hipólito Mejía, sino que en el último programa de gobierno propuesto por Fernández para buscar la pasada reelección no se dice una sola palabra acerca del combate a la corrupción, a pesar de que los escándalos no se han detenido, como lo prueban el plan de pensiones en Hacienda y últimamente la compra de cebolla en Vallejuelo.
La impunidad seguirá siendo la abeja reina en el panal dominicano porque las mayorías están borrachas de ignorancia y no saben que tienen derecho a no dejarse matar o estafar. La justicia, que es el poder del Estado llamado a borrar la impunidad, sigue siendo subordinada a la voluntad del ejecutivo para asignarle fondos y no escapa ¡no es verdad! a las presiones, el soborno y el chantaje. /20 de noviembre de 2008.

Ambiente contaminado obliga a las aves y crustáceos a migrar a montañas más frías




Felipe Ciprián
Aprovechando las últimas vacaciones tuve la oportunidad de salir a caminar montaña arriba entre San José de Ocoa y Azua, concretamente por un lugar conocido como “El Barraco”.
El profesor Pipilo fue mi compañero de viaje en un correteo desde temprano en la mañana hasta el atardecer. Cuando llegamos lo suficientemente lejos como para no topar con personas rastreando animales, picando leña o árboles verdes para quemar carbón, nos encontramos con una realidad totalmente diferente a la que dejábamos atrás próximo a los lugares habitados: en las cañadas nos tropezábamos en cada recodo con decenas de cangrejos de río de gran tamaño que ante nuestra llegada huían a sus madrigueras. Por igual, cuando avanzábamos en silencio avistábamos aves saltando de árbol en árbol, desde guineas cimarronas hasta pequeños pájaros de bellos plumajes que eran desconocidos para nosotros.
Para mí era la primera vez que entraba tan lejos por la loma opuesta a Los Cascajales de Sánchez, pero a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, Pipilo y sus hermanos iban con frecuencia a “El Barraco” a cultivar tierras de sus familiares y a pastorear chivos. Para él, que conocía tan bien aquellas lomas, tantas jaibas y esa variedad de aves eran una sorpresa. Yo, simplemente, estaba maravillado.
Me quedó la incógnita de por qué esa zona de bosque semiseco acogía esa gran cantidad de aves y crustáceos. Meses después pregunté si todavía llegaba multitud de rolones y ciguas a los árboles que están en la misma ciudad de Ocoa y en la parte del río que está por El Alambique y el puente de Sabana Larga. Todos me dijeron que no, que las aves ya no se ven por ahí como en los tiempos en que Milito Ramírez iba en su jeep Land Rover con su escopeta fuego al centro a cazar decenas de rolones casi a la orilla de la carretera.
¿Por qué se alejan las aves de esos lugares, donde antes llegaban en bandadas y en cambio se internan a “El Barraco” y otras montañas más frías? Principalmente por el uso abusivo de pesticidas, yerbicidas y fungicidas en la agricultura, sobre todo en las hortalizas, que vuelven inhabitable el terreno para la flora y la fauna. /13 noviembre de 2008.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Solo para el recuerdo


Felipe Ciprián
Cuando los Trinitarios proclamaron la Independencia y anunciaron el nacimiento de la República Dominicana, los haitianos prepararon un formidable dispositivo militar integrado por 30,000 soldados que tenía como objetivo aplastar la rebelión en la parte Este de la Isla de Santo Domingo.
El jefe de la expedición era el mismo presidente Charles Hérard, quien mandaba directamente 10,000 hombres que entraron por San Juan con rumbo a Azua, adonde también confluyó el general Souffront con otros 10,000 soldados que avanzaron por Neiba. La tercera columna salió desde Cabo Haitiano, penetró por Dajabón y su objetivo inmediato era aplastar a Santiago y Puerto Plata, para luego avanzar hacia Santo Domingo donde debía unir fuerzas con Hérard para rendir la plaza y reimplantar el dominio haitiano en toda la isla.
Para quienes consideran que en una guerra de este tipo la victoria es de quien dispone del mayor poder de fuego inicial y de los mejores oficiales al comando de unidades disciplinadas, no debió haber duda de que el triunfo indiscutido sería de los haitianos. El resultado, como sabemos, fue la derrota de esa maquinaria en 12 años de lucha. Inicialmente la resistencia era de una muy pequeña fuerza voluntaria, con escasa preparación militar y contadas armas de fuego. Su combate se transformó en victoria por el arrojo del pueblo y la destreza de algunos de sus líderes en el Sur y el Cibao, que con menos de 600 hombres en cada frente de batalla, combatieron con éxito a un ejército regular con años de tradición y experiencia luchando contra potencias coloniales.
Si nos atenemos a la “historia” que nos han enseñado, entonces aparecerá una especie de Napoleón llamado Pedro Santana que sobresale como héroe, pero que en realidad no mandó tropas ni disparó un solo tiro en Azua el 19 de marzo de 1844.
La lección de esa guerra es que en este tipo de lucha ñresistencia a una invasión- la determinación de un pueblo de no dejarse conquistar, aunque en el momento inicial no tenga las mejores armas, es lo que definirá la victoria a largo plazo.
Todo esto vale también para quienes en el país tratan de alardear sobre la “superioridad militar” de República Dominicana frente a Haití, un pueblo lleno de miserias por la explotación a que ha sido sometido, pero con millones de jóvenes que tuvieron su Espartaco antillano. Unidos a un ideal y bien dirigidos, los haitianos pueden desafiar a un imperio.

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