Felipe Nery Ciprián
El edificio que hoy ocupa el Ayuntamiento de San José de Ocoa, como sabe mucha gente, fue originalmente la sede del Partido Dominicano (PD) en esta localidad.
Ajusticiado Rafael Leónidas Trujillo (1961) y meses después desmantelado su régimen, los locales del PD en todo el país fueron presa fácil para los jóvenes que trataban de descargar su ira contra el símbolo político que sirvió de plataforma para oprimir, robar y masacrar a todo un pueblo durante 31 años.
El local del PD en Ocoa quedó durante mucho tiempo convertido en una ruina donde rumiaban los animales y mucha gente entraba a sus instalaciones a defecar y a orinar.
El uso más útil que yo recuerde que se daba a esa mole de concreto era aprovechar el solar que había en su lado norte, próximo al edificio del Correo, para instalar allí “Los Caballitos y las Sillitas Voladoras” que llegaban siempre en enero de cada año para aprovechar la concurrencia por las celebraciones de las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Altagracia. En esos casos el uso como letrina era aun mayor, pese a que estaba frente al parque Libertad, el principal del poblado.
El edificio conservaba bien su estructura y ello permitía que durante la Semana Santa el padre Luis Quinn y el padre Gustavo Roberts proyectaran en lo alto de la pared norte películas sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Recuerdo que los niños nos sentábamos muy tranquilitos a ver estas películas tan largas y nos extrañábamos de observar a nuestras madres, tías y vecinas dejar caer algunas lágrimas por el sufrimiento de Jesús.
La muchachada y toda la gente del pueblo llamaba a aquella ruina abandonada: “el partido”.
En octubre de 1963 el ciclón Flora golpeó con fuerza al país y en Ocoa los daños fueron considerables. Uno de los sectores más afectados fue el área del Arroyo de Guachupita, donde arrasó muchas casitas y hasta algunos lupanares, dejando sin techo a numerosas familias y a meretrices, en su mayoría procedentes de otros pueblos.
Decenas de estas familias fueron a alojarse “al partido”, donde empleando cajas de cartón y varas de todo tipo, los hombres hicieron divisiones internas en el edificio, tanto en la primera como en la segunda planta, para meter en aquellos minúsculos espacios sus pertenencias. Entre mujeres, hombres y niños, allí había muchas personas apiñadas que mantenían un ambiente de bullicio durante todo el día. Eran refugiados que tuvieron que echar mano al peor lugar para alojarse, pero al menos era el que les garantizaba que no quedarían totalmente a la intemperie. Los meses que pasaron estas personas allí fueron penosos y que yo recuerde –era un niñito para la fecha- nunca fueron alojados por el gobierno en casas construidas en lugares seguros.
El detonante para que cada familia buscara salir del “partido” para cualquier otra parte, incluido el mismo Arroyo de Guachupita, fue la muerte a puñaladas de una mujer durante una riña en el mismo refugio.
Cuando los refugiados se fueron, el “partido” volvió a ser la misma “letrina popular” frente al parque hasta que fue recuperado en los primeros años de la década del setenta y puesto al servicio del Ayuntamiento, que en ese tiempo también acogía la oficina de la Cédula de Identidad Personal, la administración del acueducto y el servicio de electricidad que operaba con una planta hidroeléctrica localizada en la Boca de Parra, cuya turbina se movía por una caída de agua desde el tanque de almacenamiento del mismo acueducto.
El edificio que hoy ocupa el Ayuntamiento de San José de Ocoa, como sabe mucha gente, fue originalmente la sede del Partido Dominicano (PD) en esta localidad.
Ajusticiado Rafael Leónidas Trujillo (1961) y meses después desmantelado su régimen, los locales del PD en todo el país fueron presa fácil para los jóvenes que trataban de descargar su ira contra el símbolo político que sirvió de plataforma para oprimir, robar y masacrar a todo un pueblo durante 31 años.
El local del PD en Ocoa quedó durante mucho tiempo convertido en una ruina donde rumiaban los animales y mucha gente entraba a sus instalaciones a defecar y a orinar.
El uso más útil que yo recuerde que se daba a esa mole de concreto era aprovechar el solar que había en su lado norte, próximo al edificio del Correo, para instalar allí “Los Caballitos y las Sillitas Voladoras” que llegaban siempre en enero de cada año para aprovechar la concurrencia por las celebraciones de las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Altagracia. En esos casos el uso como letrina era aun mayor, pese a que estaba frente al parque Libertad, el principal del poblado.
El edificio conservaba bien su estructura y ello permitía que durante la Semana Santa el padre Luis Quinn y el padre Gustavo Roberts proyectaran en lo alto de la pared norte películas sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Recuerdo que los niños nos sentábamos muy tranquilitos a ver estas películas tan largas y nos extrañábamos de observar a nuestras madres, tías y vecinas dejar caer algunas lágrimas por el sufrimiento de Jesús.
La muchachada y toda la gente del pueblo llamaba a aquella ruina abandonada: “el partido”.
En octubre de 1963 el ciclón Flora golpeó con fuerza al país y en Ocoa los daños fueron considerables. Uno de los sectores más afectados fue el área del Arroyo de Guachupita, donde arrasó muchas casitas y hasta algunos lupanares, dejando sin techo a numerosas familias y a meretrices, en su mayoría procedentes de otros pueblos.
Decenas de estas familias fueron a alojarse “al partido”, donde empleando cajas de cartón y varas de todo tipo, los hombres hicieron divisiones internas en el edificio, tanto en la primera como en la segunda planta, para meter en aquellos minúsculos espacios sus pertenencias. Entre mujeres, hombres y niños, allí había muchas personas apiñadas que mantenían un ambiente de bullicio durante todo el día. Eran refugiados que tuvieron que echar mano al peor lugar para alojarse, pero al menos era el que les garantizaba que no quedarían totalmente a la intemperie. Los meses que pasaron estas personas allí fueron penosos y que yo recuerde –era un niñito para la fecha- nunca fueron alojados por el gobierno en casas construidas en lugares seguros.
El detonante para que cada familia buscara salir del “partido” para cualquier otra parte, incluido el mismo Arroyo de Guachupita, fue la muerte a puñaladas de una mujer durante una riña en el mismo refugio.
Cuando los refugiados se fueron, el “partido” volvió a ser la misma “letrina popular” frente al parque hasta que fue recuperado en los primeros años de la década del setenta y puesto al servicio del Ayuntamiento, que en ese tiempo también acogía la oficina de la Cédula de Identidad Personal, la administración del acueducto y el servicio de electricidad que operaba con una planta hidroeléctrica localizada en la Boca de Parra, cuya turbina se movía por una caída de agua desde el tanque de almacenamiento del mismo acueducto.
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