domingo, 21 de octubre de 2007

Homilía del obispo Freddy Bretón en sepelio padre Luis Quinn



Hermanas y Hermanos:
Es verdad que nunca estamos preparados para la muerte de un ser querido.
Siempre nos estremece la partida de alguien a quien admiramos y queremos.
Por eso, la muerte del P. Luis Quinn nos ha sorprendido a todos.
Sabíamos de sus quebrantos de salud, de su edad y de sus trabajos, pero siempre esperamos que sucediera lo que creíamos mejor.
Ha habido abundante y sincera oración y mucha expectación, pero Dios consideró mejor llevarse al Padre Luis a su descanso. Es lo que acabamos de escuchar en el Evangelio: “En la casa de mi Padre hay muchas estancias y me voy a prepararles un lugar… para que donde estoy yo, estén también ustedes”. (Jn 14, 2-3). Así habla el mismo Cristo que había dicho: “… y donde yo esté, estará también mi servidor” (Jn 12, 26). Ya el Padre Luis, probado servidor de todos, está con el Señor.
Más de cuarenta y dos años de duro trabajo en Ocoa, sin contar el tiempo que sirvió en otros lugares, tenían que hacer mella aun en la complexión más robusta.
Se nos fue el Padre Luis y me pregunto qué hará Ocoa.
¿Se cruzará de brazos?
Pienso que no. De hecho, ha habido extraordinarias y abundantes muestras de dolor y de cariño desde que se supo la noticia de su muerte.
Considero que estas expresiones son muy importantes, son reflejo del alma de este pueblo, pero no bastan.
La obra del Padre Luis y de su equipo está ahí, ante los ojos de todos. ¿A qué parte de Ocoa puede ir uno donde no vea el despertar de la conciencia, o que no observe los caminos, escuelas, acueductos, centros de salud y centros comunitarios?
Por dondequiera están las incontables y necesarias obras.
Debemos agradecer siempre a Dios por el Padre Luis, que es un verdadero regalo de los Misioneros de Scarboro y de la Nación Canadiense para el pueblo dominicano.
Él no estará ya visiblemente en Ocoa, pero la obra debe continuar: no han de faltar los ciudadanos honestos y conscientes, los hombres y mujeres solidarios, hijos e hijas de Ocoa que se duelan de este pueblo y que trabajen desinteresadamente por él. ¿O no fue éste el ejemplo recibido de ese gigante hijo de la Iglesia llamado Padre Luis Quinn?
La mejor prueba de la solidez del trabajo realizado por el Padre Luis no serán los monumentos, ni retratos ni letreros que se hagan de él. La verdadera prueba será que la conciencia lograda y las instituciones por las que entregó su vida, duren y se consoliden realizando impecablemente la misión para la que fueron creadas; es decir, el servicio a la superación y al progreso que, en justicia, le corresponde a toda persona y a toda comunidad de esta Provincia de Ocoa.
No estará físicamente el Padre Luis, pero estará su obra. Y la madurez de los ciudadanos de este pueblo hará posible que, a fuerza de pura honestidad y de conciencia, esta obra extraordinaria pueda continuar.
No hay que dudar que la Iglesia, en cuyo nombre y en cuyo Espíritu trabajó el Padre Luis, respaldará, sin paternalismo, al que desee sumarse a esta necesaria labor.
Me permito expresar ahora lo que fue preocupación constante del P. Luis Quinn: Pido al Sr. Presidente y al Gobierno encabezado por él, que continúen realizando las obras necesarias para esta Provincia de Ocoa; sobre todo, la construcción de la carretera principal, peligrosamente deteriorada, así como la atención a las comunidades rurales, para que sus habitantes no se vean obligados a seguir emigrando y engrosando los cinturones de miseria de esta o de otra ciudad.
Estamos despidiendo a una persona que amó profundamente a este pueblo: ¿qué mejor regalo, entonces, que ver realizadas algunas de las obras que fueron motivo de desvelo constante para él?
Finalmente, hermanos y hermanas, todos sabemos cuánto sufrió el Padre Luis sobrellevando los terribles dolores de su enfermedad. Con su confianza puesta en Dios, como lo decíamos en el salmo: “El Señor es mi pastor, nada me falta… Aunque pase por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo…” (Sal 23, 4)
Dios lo purificó con tantas dolencias y tantos trabajos.
Y ahora descansa en Paz.
Que nuestra Madre Santísima lo cubra con su manto.
Que el Señor tenga misericordia de él, y que se apiade también de todos nosotros, para que un día podamos ser contados entre la gran comunidad que lo alaba en el cielo.
Padre Luis, descanse en Paz.


+ Freddy Bretón Martínez. Obispo de la Diócesis de Baní.
Homilía pronunciada en las exequias del Padre Luis Quinn.
Iglesia de San José de Ocoa. Viernes 19 de octubre del 2007.

jueves, 18 de octubre de 2007

El padre Luis Quinn y los gobiernos dominicanos


En unas horas los restos del padre Luis Quinn, envueltos en un sencillo ataúd de pino, quedarán sepultados a la entrada del templo donde sirvió como pastor por más de 42 años, en San José de Ocoa, pueblo al que amó con tanta veneración y en cuyos campos y barrios dejó las extraordinarias fuerzas -física y espiritual- que trajo desde otras tierras en su juventud.
El deterioro de su salud física era conocido por todos, pero su muerte constituye una noticia desgarradora para los ocoeños y para todos los que lo conocieron, porque continuaba con toda lucidez al timón de la Asociación para el Desarrollo de San José de Ocoa, desde la cual su talento y absoluta honradez estaban puestos al servicio de los más pobres.
La obra espiritual y de mejoramiento de las condiciones materiales de los ocoeños, inspirada y realizada gracias a su gran capacidad de trabajo, hablan por sí solas de este sacerdote sobresaliente.
El 30 de marzo de este año fue el último día que lo vi personalmente, aunque luego hablamos por teléfono frecuentemente hasta la segunda semana de septiembre, cuando salió hacia Miami para operarse.
Me recibió en su casa, en la que vivió desde su llegada a Ocoa en el año 1965. Su leal asistente, Diana Sajiún Isa, le avisó de mi llegada. Cuando me vio después de varios años sin encontrarnos, Luis salió a mi encuentro, me llamó muy contento por mi segundo nombre y nos confundimos en un abrazo. Hablamos durante tres horas esa tarde.
La conversación, que como siempre abarcó los temas políticos nacionales, también giró sobre la crisis del petróleo, la educación en el país, situación de la familia y sobre amigos mutuos, entre ellos Hamlet Hermann, con quien minutos después lo puse a hablar por teléfono.
El padre Luis supo apreciar el gran cariño y la admiración que cosechó de todos los ocoeños, afecto que no estuvo exento de incomprensiones y desavenencias como él mismo lo dijo muchas veces públicamente. Pero estoy convencido de que él se va con una gran decepción: los gobiernos nacionales no fueron consecuentes con Ocoa en la proporción en que los ocoeños lo merecían por el gran aporte comunitario a su desarrollo.
Cuando le pregunté cuáles eran las tres cosas que los gobiernos les negaban a los ocoeños, y que él no perdonaba, sin vacilación me dijo: La carretera Cruce de Ocoa-San José de Ocoa, de 28 kilómetros, construida entre 1975-77, que está casi intransitable. La reconstrucción de los principales caminos hacia las secciones y parajes para poder sacar la producción hacia los mercados y finalmente, tener electricidad permanente.
Sus argumentos eran irrebatibles y los sintetizaba en preguntas. “¿De qué vale que nosotros hagamos invernaderos comunitarios si luego los productos se pierden por falta de caminos?”. Y en el caso de los apagones, su pregunta-lamento fue “¿Después de pasarnos largos años reforestando y conservando las montañas de la cuenca del río Nizao, ahora los ocoeños no tenemos derecho a tener luz eléctrica, que deberíamos recibir gratis en pago por ser dueños de las aguas que la generan y llenan el acueducto de la Capital?”.
Es una verdadera lástima que el padre Luis no llegara a ver una carretera que sirva para el pueblo que más amó, y peor aun, que sus restos tuvieran que entrar saltando entre hoyos y cortejados por precipicios porque del año 1977 hasta hoy los gobiernos no consideran que los ocoeños merecen tener una vía transitable.
¡Descansa en paz, padre Luis, el ocoeño más sobresaliente, que algún día tu querido pueblo, de alguna manera, logrará completar la obra gigante que siempre animaste en el púlpito, con la guitarra, con tu brazo o simplemente con tu ejemplo de honradez y sacrificio constante.


Felipe Ciprián

José Martí


Cultivo una rosa blanca en junio como enero para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni ortiga cultivo; cultivo una rosa blanca.

Reencuentro con la muerte


Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte. La posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, en una revolución se triunfa o se muere si es verdadera.

Un día triste


Murió el padre Luis Quinn


El sacerdote murió el 11 de octubre en Miami, Florida. Su cuerpo fue traído el miércoles al país y de inmediato llevado a San José de Ocoa, donde es velado por su pueblo. Será sepultado este viernes, al mediodía, en el templo de la iglesia católica.

Miles lloran su partida y todos lo recuerdan.

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